LA DICTADURA DE PRIMO DE RIVERA Y LA CA�DA DE LA MONARQU�A
1.- ANTECEDENTES
Se ve�a venir, pues hay acontecimientos que son l�gicos a partir de una serie de causas:
- Hab�a una gran discrepancia entre la opini�n p�blica y la pol�tica.
- Como vimos, los propios partidos se hab�an dividido en facciones en torno a alguno de sus miembros m�s destacados, pues eran muy inestables y hab�a divergencia ante numerosos aspectos. Esto explica que, en los �ltimos 6 a�os, se produzcan 23 crisis de Gobierno totales (?). No hab�a recambio pol�tico, pues todos los partidos estaban inmersos en crisis:
? Los din�sticos (conservador y liberal) no hab�an hallado la f�rmula de la regeneraci�n.
? Ni siquiera el republicano (el m�s interesado en modificar las estructuras del poder) funcionaba.
? Los cat�licos estaban desmovilizados, a pesar del inter�s de los obispos y de la creaci�n en el a�o anterior del Partido Social Popular: el primer partido dem�crata-cristiano espa�ol, con un �rgano de difusi�n como ser�a el peri�dico "El Debate" (dirigido por Herrera Oria). Adem�s, la Iglesia estaba enfrentada a los liberales por el tema de la libertad religiosa: el clero se opon�a a la libertad de culto.
? Los anarquistas, con la violencia, no solucionaban nada. Precisamente, responden a la anterior oposici�n del clero asesinando en junio de 1923 al cardenal Juan Soldevila, arzobispo de Zaragoza.
? Los socialistas no prosperaban, estaban a�n muy verdes y eran minor�a.
- El ej�rcito, descontento, contin�a la tradici�n del siglo XIX: al considerarse int�rpretes de la soberan�a nacional, cre�an que pod�an derribar los gobiernos que no ejerc�an l�citamente. En este mismo concepto se apoyar�a Francisco Franco, en la d�cada siguiente, para justificar su rebeli�n. La Concentraci�n Liberal de principios de 1923, al mando de Manuel Garc�a Prieto, hab�a fracasado. Su delf�n, Santiago Alba, que representaba el ala izquierda del partido, era odiado por el ej�rcito debido al "expediente Picasso" (que se llev� a cabo por el fracaso o guerra de Marruecos).
- Como es habitual en este pa�s, que parece solucionar los problemas s�lo a base de huelgas, �stas se multiplican durante el verano de 1923, especialmente en los focos habituales: Catalu�a, Asturias y Bilbao.
- El ambiente catal�n era insostenible, siendo otra de las causas que propician la sedici�n. Por un lado el terrorismo de tipo laboral (pistolerismo) y por otro las ideas separatistas de Acci� Catalana.
2.- LOS PREPARATIVOS
As� pues, la mayor�a de los espa�oles eran conscientes de la llegada de un r�gimen autoritario: hasta el propio Maura hab�a aconsejado al rey que gobernaran los militares?
En junio de este a�o, los militares comienzan a actuar: pretenden dar un golpe militar y sustituir los pol�ticos profesionales por militares y t�cnicos civiles sin adscripci�n partidista. Algunos de ellos se re�nen en Madrid, encabezados por el denominado cuadril�tero: Berenguer (sobre el que hab�an reca�do las mayores culpas del fracaso de Marruecos), Cavalcanti, Saro y Dab�n. Despu�s ampl�an sus contactos a Barcelona y otros lugares. Son conscientes de que necesitan un l�der carism�tico para dar el golpe de Estado, y piensan en Miguel Primo de Rivera y Orbaneja, a la saz�n Capit�n General de Catalu�a. Esta idea es apoyada por casi todos los Capitanes Generales, menos el de Valencia; as� como por las principales guarniciones (Madrid, Catalu�a y Zaragoza).
Y no se equivocaban, pues Primo de Rivera reun�a una serie de cualidades id�neas para arrastrar a las multitudes: prestigioso militar (como destac� en Cuba, Filipinas y Marruecos), buena persona, muy simp�tico (como buen jerezano-andaluz), trabajador y sincero. El t�pico regeneracionista anhelado por los espa�oles desde 1898. Por lo que apenas tuvo oposici�n, al principio; sino m�s bien una buena acogida general, especialmente por el pueblo.
3.- DEL PRONUNCIAMIENTO AL DIRECTORIO MILITAR
Un enfrentamiento durante la Diada catalana (11-IX) entre separatistas y polic�as precipita el golpe, que se inicia en Barcelona. Con el apoyo de Zaragoza y del cuadril�tero de Madrid ya citado, se consuma el pronunciamiento la noche del 12 al 13 de septiembre, cuando Primo entrega su Manifiesto a la prensa en Barcelona, dirigido al pa�s y al Ej�rcito (firmado �l) se apodera de esta ciudad, proclama el Estado de Guerra y ocupa los lugares estrat�gicos (Telef�nica y Tel�grafos).
En el Manifiesto expone y aclara los temas urgentes que hay que resolver: terrorismo, propaganda comunista (sobre todo de la CNT), impiedad (reflejada, seg�n �l, en el asesinato del arzobispo de Zaragoza), separatismo (representado por Acci� Catalana; pues �l, al principio, admit�a las Autonom�as que defend�a la Lliga), dar fin a la inflaci�n y al desorden financiero, solucionar el tema de Marruecos, acabar con la inmoralidad pol�tica, etc. Acabando con un ataque a Santiago Alba y su pol�tica arancelaria (adem�s del asunto del "informe Picasso"). Astutamente, lo expone "en nombre de Espa�a y del Rey": sab�a que la gran mayor�a de los espa�oles, todav�a, apoyaban la Monarqu�a (especialmente, en ambientes rurales, donde viv�a gran parte de la poblaci�n).
Conocido el suceso, surge la divisi�n entre los ministros. Alfonso XIII veraneaba en San Sebasti�n (� imprudencia o astucia?, pues el levantamiento era "vox populi"). Espera hasta el 14 para viajar a Madrid (intentando ganar tiempo para sopesar los acontecimientos...). Llama al Gobierno, pero �ste dimite (una vez que el rey no se opone tajantemente a la sublevaci�n). Por lo que encarga a Primo de Rivera y Orbaneja que forme Gobierno (en contra de la Constituci�n?), mientras todo el mundo estaba a la expectativa...
4. EL DIRECTORIO MILITAR
Con esta decisi�n, Primo de Rivera se transforma en dictador militar y �nico, jura el cargo de presidente y se asiste de un Directorio Militar. En los primeros meses se publican una serie de Decretos encaminados a establecer las bases del funcionamiento y organizaci�n del nuevo r�gimen. M�s adelante completan las Reformas:
- Regeneraci�n pol�tica.
- Lucha contra el Caciquismo, aunque parezca mentira: lleg� a decir que los males de Espa�a radicaban en el caciquismo rural, y no estaba muy equivocado. Para ello interviene a nivel local, disolviendo todos los Ayuntamientos y las Diputaciones Provinciales: las Corporaciones son sustituidas por los Vocales Asociados (Mayores Contribuyentes) y los Gobernadores Civiles son reemplazados por Gobernadores Militares (que controlan los Ayuntamientos y Diputaciones), a la vez que nombra Delegados Gubernativos (militares en su mayor�a) en cada Partido Judicial, con misiones muy variadas, como el control pol�tico e ideol�gico de los Ayuntamientos, la autoridad sanitaria (a la vez que controlan el fraude en Consumo) y dinamizaci�n de la vida cultural del entorno (festejos, conferencias, etc.). Estos delegados perder�n influencia a partir de 1924, a medida que incrementan poder los alcaldes nombrados a dedo y los mayores contribuyentes (que controlan los Ayuntamientos como vocales asociados). Adem�s, muchos de ellos se corrompen al contacto con el poder y el dinero (?). As� pues, aunque lo intent�, no acab� con el Caciquismo.
- Tambi�n interviene, como es l�gico, a nivel nacional: disuelve las dos C�maras; seg�n manifest�, "por poco tiempo" (90 d�as pero, en realidad, durante m�s de dos a�os).
- El orden p�blico se control� con la restricci�n de libertades (declara el Estado de Guerra y suspende las garant�as constitucionales): como los derechos de asociaci�n, reuni�n, censura y persecuci�n de asociaciones obreras cenetistas. En este sentido, se crea el "Somat�n" (milicia civil armada, protectora del orden y la propiedad, controlada por los capitanes generales), formado por personas de clase media y alta, de probadas buenas costumbres, con influencia en sus localidades. Referente a los partidos y centrales sindicales, act�a con dureza contra los extremistas, fueran separatistas o de izquierda; sobre todo contra el PCE, CNT y Acci� Catalana. Siendo tolerante con el PSOE, UGT y el resto de grupos (siempre que actuaran dentro de la "legalidad" vigente). Pero no toma grandes medidas de rigor, a diferencia de otras Dictaduras...
- Para llevar a cabo esos cambios, "en poco tiempo", para poder gobernar, introduce la f�rmula del Directorio: con Primo de Rivera como presidente del mismo, encargado de la gobernaci�n del Estado, con las facultades de ?Ministro �nico?, aunque asesorado por 8 generales de brigada (uno por cada Regi�n Militar) y por un contraalmirante, que compart�an con �l las tareas de gobierno. Este Directorio dura hasta finales de 1925. Expone su lema: "bondad, sinceridad, laboriosidad y experiencia de la vida". Definiendo a su gobierno como "Dictadura Democr�tica".
5. ACTUACI�N DE LA DICTADURA ANTE PROBLEMAS PENDIENTES
La dictadura intent� resolver de forma r�pida dos de los principales problemas del momento:
- El Nacionalismo catal�n: algunos sectores catalanistas como la burgues�a industrial, deseosa de acabar con los problemas de orden p�blico, vieron en el dictador la persona adecuada para terminar con los enfrentamientos y las huelgas que perjudicaban sus negocios. Se habla de un posible pacto entre la burgues�a, la Lliga y Primo de Rivera (aunque Camb� lo neg�), a cambio de que el dictador impulsara la autonom�a que quer�an los sectores moderados y de una pol�tica econ�mica proteccionista favorable a la industria textil catalana. De todos modos, destacan los siguientes actos:
- La extensi�n o aplicaci�n de una instituci�n catalana, el Somat�n, a toda Espa�a.
- La elevaci�n de Mart�nez Anido a la subsecretar�a de Gobierno. Este personaje era apreciado por los patronos por su contundencia represiva ante los problemas de orden p�blico.
- La persecuci�n de sindicalista de la CNT.
Pero, realmente, P. de Rivera anul� toda manifestaci�n del catalanismo: el 18 de septiembre de 1923 prohibi� el uso del catal�n en los actos oficiales, intent� suprimirlo en el culto y la predicaci�n (por lo que se enfrent� a la Iglesia) y afirm� que s�lo deb�a utilizarse en el hogar. Para potenciar el centralismo, proh�be izar banderas catalanas, el himno de Els segadors y ordena disolver las organizaciones juveniles (porque inculcaban el separatismo y el desprecio a Espa�a). Tambi�n fortaleza las Diputaciones, en detrimento de la Mancomunidad.
- Marruecos: ya vimos en el tema anterior c�mo se obtienen esas posesiones, su evoluci�n y las guerras anteriores (como la de 1909). En realidad, la ocupaci�n de �frica era una forma de mantener la idea del imperio y el prestigio exterior ante una situaci�n de decadencia. Ya que no representaba un imperialismo econ�mico como el de otros pa�ses, pues el Rif era muy pobre (s�lo eran rentables las minas de hierro), con una orograf�a dif�cil, malas v�as de comunicaci�n y poblado por tribus belicosas.
Recordemos que era un Protectorado, bajo la soberan�a de un sult�n pero controlado por Espa�a, que lo hab�a dividido en dos zonas dependientes cada una de ellas de Ceuta y Melilla. La primera u occidental, controlada por Al-Raisuni, era menos conflictiva; pero la oriental (Melilla), dominada por Abd el Krim, se enfrent� constantemente a los espa�oles, dando lugar a los conocidos desastres del Barranco del Lobo (1909), Annual (1921) y Monte Arruit (1921).
En 1923, estas derrotas continuaban candentes entre la opini�n p�blica. Se abre el expediente Picasso, por el que se implica a varios oficiales en dichos desastres. Se produce un movimiento antibelicista. Algunos sectores de la burgues�a se niegan a pagar impuestos destinados a un dominio que no daba beneficios econ�micos. Y los militares se dividen en dos bandos: los partidarios de la retirada del ej�rcito de Marruecos, y los que deseaban continuar en la zona (los africanistas, como medio de obtener ascensos r�pidos).
Tambi�n en 1923, se movilizaron a todos los quintos de 1918, 1919 y 1920, incluso a los que antes pagaban para eximirse (soldados de cuota).
P. de Rivera era partidario del abandono, pero un hecho le har�a cambiar de opini�n: Abd el Krim, creyendo derrotados a los espa�oles, ocupa el terreno franc�s. Esto impulsa la colaboraci�n franco-espa�ola, que culmina en el desembarco de Alhucemas (8-IX-1925). Un moderno ej�rcito mixto de casi 500.000 hombres, apoyados por tanques, aviones y lanchas, se enfrenta a las cabilas de Abd el Krim, a las que infringen una severa derrota. Las operaciones concluyen cuando el l�der se entrega a los franceses ante el temor de ser capturado por los espa�oles. Ser� el mayor �xito militar de la dictadura, finaliza el problema de Marruecos y se restaura el prestigio del ej�rcito, garantizando la adhesi�n de los africanistas al r�gimen.
6. LA UNION PATRI�TICA
Desde el inicio del r�gimen, P. de Rivera propuso crear una organizaci�n civil de apoyo, que sirviese a sus fines propagand�sticos. As� cre� la Uni�n Patri�tica, y sus or�genes aparecen vinculados al catolicismo y conservadurismo agrario, caracter�stico de los propietarios castellanos de la �poca (de hecho nace en Valladolid, y de all� se extiende al resto de Espa�a).
El tipo de asociaci�n propuesta responde a la idea de partido �nico, similar al partido fascista creado por Mussolini (Primo de Rivera visita Italia en 1924). Aunque el papel de la Uni�n Patri�tica ser� menos relevante que el del Duce (pero, a la larga, �sta influy� notablemente sobre Falange Espa�ola Tradicionalista y de la JONS, que servir�a m�s tarde de base te�rica al franquismo).
Entre sus objetivos destacan:
- Traspasar a manos civiles funciones que estaba realizando el ej�rcito, evitando as� su desgaste.
- Buscar colaboradores para la reconstrucci�n de la Administraci�n con adictos al r�gimen.
- Dotar a la dictadura de un instrumento para relacionarla con el pueblo (como base de apoyo).
De este modo, se nutre de funcionarios adeptos al r�gimen, de antiguos caciques, del catolicismo pol�tico y su dependencia del gobierno ser� absoluta.
S�lo a partir de 1925 se dan los primeros pasos para alcanzar su independencia. Y en 1926 su reglamento interno aparece dividido en tres �rganos: Jefe Nacional (Primo de Rivera), Junta Directiva Nacional y Comit� Ejecutivo Central.
Realmente, fue un partido ecl�ctico, sin ideario concreto y con una amalgama de tendencias, lleno de oportunistas y sin ideolog�a clara: el poder estaba centralizado en el dictador.
7.- EL DIRECTORIO CIVIL
A finales de 1925, tras el triunfo en Marruecos, P. de Rivera se afianz� en el poder mediante la dotaci�n de nuevas estructuras al r�gimen. La necesidad de expertos en econom�a, legislaci�n civil, etc, le llevo a buscar colaboradores fuera de los c�rculos militares e incorporar civiles: es decir, se trataba de sustituir la dictadura militar por otra civil (entran ministros como Calvo Sotelo y otros).
Se inicia as� la implantaci�n de un R�gimen corporativista, basado en la intervenci�n del Estado como �rbitro en los conflictos sociales, buscando una revoluci�n desde arriba para evitar la de una verdadera desde abajo. Por esto busc� el apoyo de los sectores m�s moderados del obrerismo, entablando relaciones con el PSOE y UGT; mientras reprim�a duramente el anarquismo de la CNT y el comunismo del PCE. Esta pol�tica favoreci� el socialismo, que pudo monopolizar el movimiento obrero (se habl� de un posible nuevo turnismo UP-PSOE, aunque produjo disidencias en el PSOE).
A finales de 1926 se creaba el Estado corporativo, en el que las relaciones profesionales se regulaban mediante comit�s paritarios, formados por igual n�mero de obreros que de patronos, encabezados por un presidente y un vicepresidente nombrado por el Ministerio de Trabajo como representantes del Estado. Esta instituci�n se ofrec�a como la base de los oficios, asociaciones patronales o profesionales y sindicatos. La labor de estos comit�s fue notable en los sectores industriales y de servicios, y su repercusi�n se refleja en el descenso del n�mero de huelgas, aunque el �xito tambi�n hay que achacarlo a la pol�tica represiva del movimiento revolucionario obrero.
La legislaci�n en materia social tuvo car�cter paternalista, pero result� positiva. El C�digo del Trabajo de 1926 regulaba los contratos, los tribunales laborales y los seguros de accidente. Esto se complement� con subsidios a las familias numerosas, seguro de maternidad y normativa de apoyo a los emigrantes. En nuestra zona, se inicia la lucha antipal�dica (con Hospital en Navalmoral).
Pero esta pol�tica social fracas� en el �mbito rural, donde la abierta hostilidad de los terratenientes impidi� la creaci�n de Comit�s Paritarios. De este modo, la dictadura no pudo solucionar el problema estructural en el sector agrario: reparto de tierra (que manten�a en condiciones miserables a los jornaleros del sur y peque�os campesinos del norte), no se hizo una reforma agraria (s�lo asentamientos de colonos en tierras compradas que, junto al programa de obras p�blicas, sirvi� m�s para ensalzar el r�gimen que para disminuir el problema), etc.
Sin embargo, destacar el avance social de la mujer en el trabajo: por ejemplo, en el sector textil superaban en n�mero al de hombres; en los servicios, aument� su presencia como mecan�grafas, maestras, etc. Se increment� su nivel de alfabetizaci�n y se fue incorporando paulatinamente a las ense�anzas media y superior (en 1930, hab�a 1.681 estudiantes femeninas en la Universidad).
8.- El INTERVENCIONISMO ECON�MICO
Los proyectos de la dictadura para fomentar la actividad econ�mica derivaron en una actitud intervencionista, que s�lo fue posible incrementando los gastos del Estado y la Deuda p�blica. La pol�tica de la �poca respond�a a las ideas nacionalistas, que potenciaban la econom�a nacional a trav�s del proteccionismo. Colabor� el auge econ�mico internacional de los a�os veinte (?felices a�os 20?), que fue positivo para la econom�a espa�ola y de paso ayud� a mantener el r�gimen. Esas teor�as no eran innovadoras, pues muchas hab�an sido planteadas por los regeneracionistas (XIX).
Las medidas tomadas:
- fomentaron la industria nacional,
- se moderniz� la red ferroviaria y se intervino en compa��as navieras;
- se realizaron concesiones en r�gimen de monopolios a empresas privadas, como la compa��a naviera Transmediterr�nea o el control de telefon�a a ITT (USA). En 1927 se cre� la Compa��a Arrendataria de Monopolio de Petr�leos (CAMPSA), consorcio formado por 41 bancos espa�oles.
Esas medidas se complementaron con:
- Avances en el transporte terrestre: se ampl�a la red de carreteras (como la de Guadalupe, la Vera y puentes sobre el Ti�tar y Tajo) y se mejoran las existentes, m�s caminos vecinales y se prest� atenci�n a la red de ferrocarriles (aunque las principales v�as ya exist�an). El autom�vil comienza a competir con el tren.
- Proyectos hidr�ulicos: se crean las confederaciones hidrogr�ficas, que mejoraron el regad�o y aumentaron la potencia el�ctrica.
Pero no se puso en marcha un sistema fiscal avanzado: as�, el proyecto del ministro de Hacienda, Clavo Sotelo (impuesto sobre la renta), recibi� las cr�ticas del sector privilegiado y hubo de dejarse.
Los m�s beneficiados, por tanto, fueron los m�s pudientes. Es la edad de oro de la Banca privada espa�ola, sobre todo de los bancos madrile�os, que se extiendes por las provincias absorbiendo peque�as entidades locales, mientras la banca vasca y catalana viven una situaci�n de crisis.
La dictadura no soluciona la problem�tica estructural de la econom�a espa�ola. S�lo fomenta pol�ticas de soluciones moment�neas: obras p�blicas para resolver el paro, ayudas sociales, etc.; pero ninguna que acabara con el desarraigo del campesinado, ni pol�tica agraria que erradicara el caciquismo. Estas cuestiones permanecen latentes y surgir�n con m�s fuerza al caer la dictadura.
9. OPOSICI�N A LA DICTADURA
Como dec�amos, la Dictadura fue apoyada por mucho al principio, que la consideraban como una fase transitoria; tras la que deber�a dejar paso a gobiernos civiles y democr�ticos (tras el Directorio Militar). Pero el triunfo en Marruecos y la bonanza econ�mica de los a�os veinte tentaron a Primo de Rivera, que pretendi� perpetuarse en el poder. Por lo que, superada la exaltaci�n inicial, creci� una oposici�n entre los distintos sectores de la opini�n espa�ola:
- Los liberales y conservadores, llamado por el dictador profesionales de la pol�tica, colaboraron con el ej�rcito en la realizaci�n de varios golpes de Estado.
- Los republicanos constituyen en 1926 la Alianza Republicana, basada en la uni�n de los distintos grupos antidin�sticos. Demandaban la implantaci�n de un sistema verdaderamente democr�tico que terminara con las pol�ticas personalistas y caciquiles. Figuras destacadas fueron Manuel Aza�a (Acci�n Republicana) y Alejandro Lerroux (PRRadical).
- En el �mbito obrero, la CNT hab�a sido reprimida duramente, por lo que tuvo que organizarse en la clandestinidad. Sus acciones se limitan a atentados y actos subversivos cada vez m�s localizados. Su persecuci�n foment� la radicalizaci�n y la fundaci�n de otro sindicato, la FAI, que pretend�a utilizar el sindicato para la insurrecci�n.
- Los socialistas mantienen su colaboraci�n hasta 1929, fecha en que niegan su apoyo a un plebiscito que Primo de Rivera pensaban someter a la voluntad popular.
- Los intelectuales se opusieron sistem�ticamente a la dictadura. En 1924, Unamuno es desterrado a Fuerteventura y Blasco Ib��ez critica la monarqu�a. Pero Eugenio D?Ors y Ramiro de Maetzu defienden la monarqu�a autoritaria y desempe�an cargos diplom�ticos en el extranjero.
- Los estudiantes supon�an para la dictadura un continuo quebrantamiento del orden p�blico. En 1924 se produce una huelga de estudiantes contrarios a un proyecto que reconocer�a los estudios de Deusto y El Escorial, de Jesuitas y Agustinos. Fueron clausuradas las universidades de Madrid y Barcelona, pero la renuncia a sus c�tedras de Ortega y Gasset y Fernando de los R�os fren� el proyecto ante el temor a un esc�ndalo internacional, algo que se deb�a evitar ante la inminencia de las Exposiciones Universales de Barcelona y Sevilla (1929).
- El ej�rcito conspir� con los pol�ticos para derrocar el r�gimen, en varios intentos de devolver el r�gimen al camino de la Restauraci�n (como la Sanjuanada en junio de 1926). La oposici�n de los militares creci� a ra�z de las reformas sobre ascensos basadas ahora en m�ritos de guerra, suprimiendo el ascenso por antig�edad en los cuerpos de Artiller�a e Ingenieros. La sublevaci�n del primero provoc� su disoluci�n.
10. CA�DA DE LA DICTADURA Y FIN DE LA MONARQU�A
Desde 1927 el r�gimen hab�a intentado institucionalizarse mediante la convocatoria de una Asamblea Nacional Consultiva. Elaboran un anteproyecto de Constituci�n, sin separaci�n de poderes, ni soberan�a nacional, con gran capacidad de intervenci�n para el rey y una sola C�mara (se suprim�a el Senado) formada por 400 miembros, de los cuales la mitad eran de elecci�n real. Este proyecto, le�do en 1929, no fue bien acogido y el plebiscito que Primo preparaba para su apoyo no fue secundado por las fuerzas pol�ticas (incluyendo al PSOE y UGT).
A partir de 1929, la situaci�n se agrav� con la crisis econ�mica a nivel mundial; que si bien no repercuti� en Espa�a como en otros lugares (Wall Street), porque nuestro pa�s no ten�a grandes intereses en los mercados internacionales, ni ten�a tanta dependencia del cr�dito internacional, s� vio como gran cantidad de capitales extranjeros eran retirados; si a ello unimos una balanza comercial desequilibrada y una Hacienda deficitaria, debido al aumento del gasto p�blico ocasionado por la pol�tica econ�mica del r�gimen, ocasion� la p�rdida del valor de la peseta. El fracaso de la pol�tica econ�mica se sald� con la dimisi�n en 1930 del ministro de Hacienda J. Calvo Sotelo.
Adem�s, se reavivan los conflictos sociales con la reorganizaci�n del movimiento obrero. Por ello, P. de Rivera consult� a los mandos militares sobre su permanencia en el poder. En vista del escaso apoyo recibido, y dado que estaba enfermo, el general dimiti� el 28 de enero de 1930; muriendo unos meses despu�s en Par�s, durante su exilio.
Esa dimisi�n no agrad� al rey, con el que no se hab�a contado. Encarg� entonces a D. Berenguer la formaci�n de un nuevo gobierno, con el objetivo puesto en salvar la monarqu�a y establecer la normalidad constitucional. Pero, tras el par�ntesis de la dictadura, era imposible volver a la situaci�n anterior, pues muchos pol�ticos se proclamaron republicanos.
En agosto de 1930 se firma en San Sebasti�n un Pacto entre partidos republicanos y regionalistas. Del mismo saldr�a un comit� revolucionario encabezado por Niceto Alcal� Zamora, que ten�a como misi�n organizar el cambio del r�gimen basado en la derrota de la Monarqu�a y en el establecimiento de la Rep�blica.
En octubre el PSOE, presionado por sus bases, se une al Pacto. La CNT aprueba el movimiento y el 12 de diciembre se produce una sublevaci�n en Jaca, mal preparada, que se salda con el fracaso y el fusilamiento de los capitanes que se hallaban a la cabeza (Gal�n y Garc�a Hern�ndez). Habr� una nueva en la Base de Cuatro Vientos, mientras en las ciudades se incrementa el desorden p�blico.
La idea del Gobierno era convocar elecciones legislativas a fines de 1931, proyecto que se viene abajo cuando los firmantes del Pacto anuncian su no participaci�n. Esto provoca la ca�da de Berenguer y se encarga la formaci�n de un nuevo gobierno a J. Bautista Aznar, qui�n acuerda convocar elecciones municipales el 12 de abril (previas a otras generales, en las que incidir�an).
Pero la idea de Aznar fall� (con las elecciones municipales pretend�a volver al viejo sistema caciquil, con el que ganar�a las generales?), pues la participaci�n de las fuerzas antimon�rquicas, con una propaganda y m�tines que les superaron en organizaci�n y participaci�n popular, tuvieron como resultado el triunfo de esta coalici�n republicano-socialista en las principales ciudades del pa�s (41 de las 50 capitales), aunque s�lo consigue el 49?5 % del total. Por lo que, al proclamarse los resultados, el 14 de abril de 1931, con el pueblo en las calles, Alfonso XIII abandona Espa�a y se proclama la Segunda Rep�blica.
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